響太郎
El callar del pueblo es la voz del tirano
I’ve grown accustomed to it all, and have leaned to bear it
But sometimes any degree of loneliness can bring you down
And while I cannot know for sure, sometimes it seems as if
These tears are no longer tears for having loved someone…
Nakahara Chūya, “Poem of the Sheep” from Poems of the Goat
Información personal
Nombre completo: Kyōtarō Callaghan
Fecha de nacimiento: 29 junio
Género: Masculino
Orientación sexual: Mantiene una relación muy (poco) sana con el café
Nacionalidad: Isleño. Sus padres son de San Fransokyo, Estados Unidos
Ocupación: Estudiante
Curso: 5º
Especie: Humano
Edad: 14
Padres: Yama y The Ringleader (Biológicos)
Robert Callaghan (Adoptivo)
Película de la que proviene: Big Hero 6
FC: Yu Zeyu
Habilidades
A pesar de su corta edad, destaca en el campo de la robótica y la programación, pues desde su infancia ha estado muy cerca de estos campos.
Cabe tener en cuenta que se ha criado en una familia dedicada al crimen, por lo que tiene más nociones de las que debería en aquel mundillo, además de una base en artes marciales como el jiu-jitsu que nunca suele utilizar, pues prefiere evitar la violencia y sabe que lo más probable es que acabe perdiendo.
Descripción psicológica
Todo depende de la persona a la que preguntes, ya que existen muchos testimonios diferentes acerca de él. Y si decides preguntarle a él mismo, responderá con las palabras de otros, nunca empleará las suyas.
Por lo general, se puede decir que Kyōtarō tiene una mente inquieta que intenta manejar cien cosas al mismo tiempo, fallando estrepitosamente. Por esto mismo, destaca por ser bastante distraído y a menos que ponga todo su esfuerzo, irá de una cosa a otra, olvidando completamente lo que tenía que hacer en primer lugar. A pesar de toda esa energía, la primera impresión que suele tener la gente de él es que es un niño correcto, tímido, callado y retraído, y es justo en este tema cuando suele haber más desacuerdos. Algunos comentan que puede ser tan frío y cortante como una katana, mientras que sus hermanos adoptivos señalan lo apasionado que puede llegar a mostrarse con algunos temas y las divertidas ocurrencias que tiene.
Es cierto que hay cosas en las que coinciden todos los que le conocen más allá de la máscara dedicada al mundo, como su tendencia a intentar mantener todo ordenado, la necesidad que tiene de escuchar música cuando trabaja en algo, sus deseos de comprender cómo funcionaba el mundo, su batalla contra el sueño y la dolorosa, pero vieja amistad que mantiene con la frustración.
Historia
Kyōtarō deja la última caja sobre la mesa de su nueva habitación y tras soltar un suspiro, se tira en la cama. Su mirada no tarda en perderse en el blanco techo que no tardará en ser pintado con un firmamento y sus pensamientos deciden emprender su propio camino.
Primero repasa su situación actual: El hombre al que considera su verdadero padre, Robert Callaghan, se ha marchado para visitar a su hija después de años encarcelado injustamente en la Isla. Les ha dejado solos en Auradon, confiando en que podrían apañárselas bien en aquel lugar. Kyōtarō aprecia su fe en ellos, pero no está seguro de cómo puede llegar a salir eso. Mientras tanto, Yama, el tipo que le dio la vida, también ha regresado a San Fransokyo deseando recuperar el poder que le pertenecía antes de que le tiraran en esa prisión y su madre le ha seguido, siendo su fiel mano derecha.
Si él había obtenido permiso para quedarse con sus hermanos adoptivos, había sido por un trato que logró realizar con sus progenitores sobre el negocio familiar.
El negocio familiar. Ese concepto le sacó una mueca. No le disgustaba tanto, pero había demasiados sentimientos entremezclados dentro de ese aspecto de su corta vida y si le dieran a elegir, se quedaría con todo el proyecto que inició el Profesor Callaghan, a quien también llamaban “papá”. Fue él quien le mostró que tenía potencial para lograr lo que quisiera, le ayudó a conseguir las herramientas que necesitaba para intentar enfrentarse a la vida y le dio una nueva familia: Gabriela, Julie, Lee y Jeanne. Ellos se habían convertido en sus hermanos, y juntos habían logrado hacer muchas cosas dentro de la Isla, ofreciendo antibióticos, comida con buen sabor o partes protésicas, a cambio de favores. Pero ninguno habría soñado con lograr eso de no ser por Robert Callaghan.
Habrían estado perdidos en la Isla.
Kyōtarō sabía que habría terminado sucumbiendo ante el rechazo de Yama y las duras palabras de su madre. Ni siquiera trabajar con los robots le habría ayudado, al final los habría odiado y entonces… Ya no le quedaría nada.
Su inquieta mente le llevó al día en el que el profesor entró al taller donde trabajaba en los robots de su padre para presentarse, siendo acompañado por una niña a la que más de una vez había pillado asomándose con curiosidad para ver qué sucedía dentro de aquel lugar. Él desconfió de ambos al principio. Podía tener unos nueve o diez años en ese momento, pero había visto la crueldad del mundo. Había observado la oscuridad que contenía en su corazón, y sabía que había muy pocos motivos para que se acercaran a él de aquel modo. Además, había llegado a ver a Callaghan en los periódicos, recordaba de manera vaga el peligro que había llegado a suponer para el mundo. Que estuviera allí no podía significar nada bueno.
Ahora admitía que había estado muy equivocado, pues los actos por los que le condenaron estaban dirigidos a vengar a la hija que le arrebataron y Robert fue la figura paterna que nunca tuvo, además de una de las manos que le ayudaron a no caerse por el abismo que tantas veces le había llamado, y Gabriela no tardó en ser una hermana pequeña para él.
Después llegó Julie buscando ayuda tras perder una parte de ambos brazos en un accidente. Sin embargo, además de conseguir unas prótesis que mejorarían con el paso del tiempo, también encontró una nueva familia cuando Callaghan vio su talento y le ofreció quedarse con ellos. Gabriela y Kyōtarō no tardaron nada en aceptarla porque ya se habían hecho buenos amigos durante su estancia en la casa del profesor. Ese fue el momento en el que ellos comenzaron a realizar experimentos, buscando mejorar las condiciones de la Isla dentro de lo posible y los rumores atrajeron a Jeanne, quien llegó a plantarse en la casa con su arte exigiendo un lugar. Ninguno de ellos pudo negarse al ver su creatividad y la cantidad de ideas que llevaba con ella.
El último en llegar fue Lee. Kyōtarō le vio varias veces haciendo apuestas en las peleas de robots que organizaba su padre y le llamó la atención porque ese no era el tipo de caras que solían aparecer entre el público. Con un poco de ayuda por parte de sus hermanas, le encontraron frecuentando lugares de juego donde parecía tener siempre la suerte a su favor. Eso les llevó a comentarlo con el profesor y tras una historia que casi daba para un libro entero, Lee se vio convertido en una especie de hermano mayor que apenas ejercía su papel.
Kyōtarō se lamentó por unos momentos de no haber podido estar siempre en la casa de Callaghan como los demás, ya que siempre terminaba volviendo un tiempo con sus padres biológicos. Adoraba quedarse con sus hermanos, investigando sobre la física con la ayuda del profesor, bromeando con empezar el fin del mundo, participando en diferentes experimentos, como aquella vez que intentaron descubrir cómo funcionaba el estado de la materia llamado “gato”, incluso hacer de conejillo de indias de Julie y probar las extrañas bebidas con las que salía. Sin embargo, nunca era capaz de quedarse cuando Yama le reclamaba porque tenía miedo de él y de lo que pudiera llegar a hacer.
Desde que nació bajo las luces de neón en San Fransokyo, siempre había sido “demasiado” para sus padres: Demasiado pequeño, demasiado débil, demasiado frágil, demasiado distraído, demasiado maduro para su edad, demasiado inteligente para su propio bien.
Al principio, le habían criado como si algún día fuera a ocupar el lugar de su padre, pensando que con el tiempo se arreglarían todos sus defectos, como si fuera una máquina más; no obstante, tras acabar en la Isla cuando apenas contaba con siete años, todas las luces de la ciudad desaparecieron y estuvo cerca de caer al abismo. Él se esforzaba por ser el hijo que querían, lo juraba. Intentaba aprender de ellos, imitar su comportamiento, sus palabras. Siempre intentaba ser mejor, pero nunca era suficiente para ellos.
No era su culpa… O a lo mejor sí.
Sus padres decidieron mantenerlo cerca por motivos que Kyōtarō nunca terminó de comprender y explotaron su talento como quisieron cuando vieron lo que era capaz de hacer con los robots.
Al menos, ahora podría pasar una larga temporada lejos de ellos, es lo que piensa Kyōtarō mientras se pone en pie, pues debe organizar la habitación o al menos, sacar las cosas más importantes de sus cajas.
Datos de interés
Es hiperactivo y tiene déficit de atención; sin embargo, no posee ningún tipo de diagnóstico.
Debido al entorno en el que vivió, sabe hablar inglés, francés, japonés y tres diferentes variedades de lenguaje de signos (una de ellas inventada), de manera fluída. Luego tiene un nivel bastante aceptable de español por Gabriela.
Un día descubrieron que Callaghan tenía notas sobre ellos y empleaba números en lugar de sus nombres. Por algún motivo, Kyōtarō tenía el número 1, pero nunca se atrevieron a hacer preguntas.
Cada uno de sus hermanos le llama de una manera diferente: Momo, Tora, Kyōka, Byakko...